martes, 30 de noviembre de 2010


El ocaso de la abuela

Como artista, creo que hay muchísimas experiencias que han influenciado mi arte, pues ser artista es algo que se nutre con las vivencias de cada día; sin embargo, hay una experiencia que marcó fuertemente mi forma de percibir el mundo y traducirlo en artes plásticas. 

Esta experiencia es lo que yo llamo “el ocaso de la abuela”.

Mi abuela Carmita estaba enferma desde hace algunos años, pero hace unos meses su enfermedad empeoró y la llevó a la muerte. Fue una muerte progresiva, padecía de una atrofia muscular degenerativa idiopática; lo que significa que todo su cuerpo fue deteriorándose poco a poco, y fue perdiendo progresivamente sus sentidos.

Yo tomé la responsabilidad de cuidar a la abuela en su muerte lenta, proceso que debo admitir fue muy duro para mí, pues significó mucho sacrificio, pero también significó madurez y nutrición para mi alma.
Cuidar a una persona en estado terminal no solo significa bañarla, darle los medicamentos y hacerle compañía, significa también enfrentar la llegada de la muerte y hacer todo lo posible por sabotear su camino, y tratar de hacer este proceso algo llevadero, o aunque sea lo menos doloroso posible. 
La única forma de poder llevar todo esto fue dejando la objetividad de un lado y llenando mis fuerzas y la vida de mi abuela (o lo que quedaba de ella) con amor.

Ya era bastante difícil sentir amor en medio de todo este proceso de infelicidad; demostrarlo… eso si era casi imposible.

Demostrarle amor significó un constante proceso creativo que requirió de mucho ingenio para poder lograr que ella entendiera los mensajes aún cuando sus sentidos iban decreciendo.
Cuando una persona es normal, puede percibir amor a través de actos, canciones, palabras o sonrisas, pero cuando ésta va perdiendo sus sentidos, zuzurrar palabras bonitas al oído, aunque sea con un tono de voz alto, no es suficiente.

Tuve que ingeniármelas para que mi abuela se sintiera amada, pues yo la amaba desde lo más profundo de mi alma, pero temía que a falta de sentidos ella no pudiera notarlo.
Y así fue como cómo mi arte se involucró en este proceso, fue mi medio de transmisión, mi mecanismo traductor.

Para aquellos días de la muerte de mi abuela, tuve que dedicar 24/7 a estar con ella, y al ser esto así, me convertí en su supervisora de sueños. Mientras ella dormía, (las pocas horas que lo hacía) yo estudiaba o pintaba, utilizaba mis pinceles para descargar mi rabia con la vida, para reclamarle aquello que me estaba quitando. A la vez, empecé a pintar algunas cosas para que mi abuela viera, pensé que a través de imágenes podría mostrarle bastante de ese amor, pues ya casi no oía, y el respirador al que estaba conectada también era muy ruidoso y nos interrumpía la comunicación. Ya había pasado un tiempo desde que ella había dejado de hablar, y la máscara tampoco se lo permitía. 
Mis pinturas funcionaron algunos días, yo le pintaba recuerdos de su juventud o cosas que a ambas nos gustaban, y ella se emocionaba cada vez que yo terminaba una obra, pero al rato éstas dejaron de ser suficiente, pues sus ojos comenzaron a cerrarse y me di cuenta de que debía cambiar mi técnica y medio si quería lograr mi cometido de que ella recibiera el mensaje de que yo le amaba. 

Ya no oía  ni veía bien. 

Recordé que el gusto es muy importante para mí, y convertí los instrumentos de cocina en mis pinceles y los platos en mi lienzo… Pasé desde el chocolate a los camarones, desde el salchichón a los arroces, de  las frutas tropicales a las sopas. Mezclé sabores, aromas y texturas diferentes, y fue un éxito hasta que ella dejó de saborear y tragar y empezó a necesitar nutrición parenteral.

No gusto, no oído, no vista, y un olfato interrumpido por una máscara de oxígeno que le proporcionaba algo de vida (si es que así podía llamársele)…

Tacto pensé… Desde hacía tiempo que mi abuela ya no podía mover su cuerpo voluntariamente, pero sé que podía sentir.

Volví a los pinceles y ahora pintaba sobre su cuerpo, así ella sentía los cosquilleos cada vez que yo daba una pincelada sobre su piel, y  jugué además con diferentes temperaturas y nuevas texturas al rozar. 
Por otra parte, yo le daba masajes 3 veces al día para que sus músculos dejaran de atrofiarse, pero éstos eran cada vez más débiles y se amoldaban muy fácil mente a las palmas de mis manos… y así fue como descubrí la escultura. Literalmente mis manos empezaron a darle forma a su cuerpo, y fue una experiencia que me asustó muchísimo hasta que los médicos me explicaron que era normal que cada vez sus músculos estuvieran más débiles y moldeables.

Aunque fue terrible darme cuenta de que mis manos podrían modificar la forma del cuerpo de mi abuela, poder dar forma a cosas con mis manos fue algo maravilloso y pensé en que debía probar la escultura. De esta forma llevé arcilla a casa. Coloqué arcilla sobre sus manos y la amasaba… Eso le gustó muchísimo y yo estaba encantada pues a mí también me gustó mucho la sensación. 
Mientras ella dormía empecé a jugar con la arcilla a solas, y comencé a moldearla de la misma forma en que moldeaba su cuerpo, y a medida de que pasaba las horas  como supervisora de sueños, esculpí a “No Senses”.


“No Senses” es la idea de una mujer atrapada en un cuerpo petrificado. Ella siente todo lo que le sucede y lo que ocurre alrededor, pero no puede expresarlo. Quiere gritar, llorar, cantar, reír, ver, escuchar… Pero no puede, porque al final lo único que puede  manejar voluntariamente es su conciencia. 
Muy irónicamente, a medida de que yo esculpía, mis sentidos se fueron afinando… Olía la arcilla, la saboreaba, la sentía fría y la veía tan maleable… Yo estaba sintiendo exactamente todo lo que la abuela no podía sentir, reduciendo las vivencias de una vida entera a un poco de arcilla. Y en ese momento me di cuenta de que de alguna manera esto había marcado mi vida. Desde ese momento mi manera de hacer arte dejó de enfocarse en solo tratar de hacer llegar un mensaje y se convirtió en el vivir intensamente el proceso de interpretación, traducción y creación tridimensional de mis propósitos o de la vida misma.

Entendí que quizás arroparla con diversas telas, frotar sus manos con sales, cantar alto a su oído, bailar sobre su cama hospitalaria, enviar mensajes secretos en la comida e inclusive usar disfraces para colarme a escondidas en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) a horas que no estaban permitidas, quizás no fueron suficientes para lograr mi cometido de que ella supiera que yo la amaba. Pero también entendí que todos mis esfuerzos fueron valiosos para ella y para mí y que la creatividad y los diferentes medios de comunicarme me hicieron sentir que estaba haciendo lo mejor que podía para mantenerla viva y quizás, solo Dios sabe, si se sintió un poco amada.

Mi abuela murió justo la madrugada en que estaba terminando una obra que le daría los buenos días. Pero mis ganas de seguir haciendo arte no se fueron con su ataúd, al contrario se amarraron a mi vida fuertemente y pretenden quedarse conmigo hasta que sea mi sol el que se oculte en el ocaso.
Luego de todo esto, al hacer arte me gusta utilizar diferentes medios e involucrar mis sentimientos en el proceso…

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